¿Las cadenas dentales son realmente buenas o es lo que nos venden?
El otro día vino una paciente a la consulta después de un par de años de ausencia. Al entrar nos comento: “voy a ser sincera con usted doctor, he ido a ver a otro dentista en este tiempo, … pero me ha salido rana. Me hizo un empaste en una muela, y a los pocos días se me cayó, se me rompió el diente, y no me deja claro qué debo hacer”. Hasta ahí normal, pero inmediatamente me dijo, … “Y eso que era en XXXX”, y me soltó el nombre de una de las principales cadenas de clínicas dentales que se anuncian por la televisión. Y yo le dije , ¿y eso es bueno o malo?, … a lo que ella respondió: “doctor, ¿no ha visto los anuncios?, ¡son centros muy buenos!”. La verdad es que me quedé en estado de shock. Superado el bloqueo inicial, me puse a tratar de arreglar el entuerto, … pero me propuse hacer una reflexión profunda, que trataré de exponer ahora, y que incluye varios apartados.
Decía Marco Aurelio que lo que vemos es una perspectiva, no la verdad. Y es de justicia reconocer que las grandes cadenas dentales (grandes por tamaño, no quiero que me malinterpreten) han sabido vender imagen. En sus instalaciones y en sus anuncios saben transmitir que ofrecen una calidad óptima, y la gente así lo percibe. Saben atraer a los pacientes y hacerles percibir sus tratamientos como de la máxima calidad. Consiguen que desde la perspectiva del paciente sus centros dentales sean de primer nivel. Frente a esa perspectiva está la nuestra (probablemente tampoco la verdad, solo otra perspectiva), donde vemos que se contrata a profesionales mayoritariamente con poca o nula experiencia, a los que se obliga a unas facturaciones mínimas (lo cual incentiva a los desaprensivos, que en todas las profesiones los hay, a indicar más tratamientos de los en ocasiones necesarios) para mantener su puesto de trabajo, que siempre tiene una remuneración muy baja, y con mucha rotación de personal. En esas clínicas dentales suele haber un comercial que es el que “vende” los presupuesto y las financiaciones a los pacientes, con criterios no estrictamente médicos. Además, para minimizar costes, no dudan en comprar materiales en base a criterios más económicos que clínicos.
La segunda reflexión es cómo puede ser que, con esa situación (profesionales no bien pagados, con poca experiencia, y con presiones para facturar más y más), una persona que ha estado acudiendo años a un profesional experto, cercano, se pase al otro lado sin problema. En nuestro caso, Dentes es una clínica dental con profesionales con décadas de experiencia, todos profesores en la universidad, con mucho prestigio entre los profesionales, instalaciones técnicamente muy al día, … pero se van a la clínica nueva que les ponen al lado, y, en nuestro caso, no por precio. Y la respuesta es que, probablemente, nosotros también hacemos mal, o simplemente no hacemos, algo tan importante como comunicar más con y a nuestros pacientes. Es algo complejo, pues es ajeno a la medicina tradicional la estrategia comercial o de comunicación. De hecho, en países tan cercanos a nosotros como Francia y Bélgica está prohibida la publicidad de clínicas dentales, éstas solo puede tener un cartelito con el nombre del dentista en la puerta, y las clínicas dentales no pueden pertenecer a empresas o cadenas, tienen que tener (como las farmacias) un titular dentista. Por algo debe ser. Y creo que, por mucho que nos cueste, debemos hacer un mayor esfuerzo para comunicar al paciente el perfil de dentista que somos, dar valor a nuestro trabajo. Porque oigo cada día a compañeros de otras clínicas criticar a las grandes cadenas dentales, pero sin poner nada de su parte para mejorar la calidad de sus tratamientos, ofreciendo mejor estética, mejor función y mayor predecibilidad. No basta quejarse, hay que marcar la diferencia (que la hay, y a nuestro juicio, mucha).
Apostar por la calidad es sinónimo de apostar por Roig Espona, nuestra clínica dental situada en Barcelona, tanto en Poblenou, como en Barrio de Sarrià Sant Gervasi.